Muertes en cárceles cubanas siguen aumentando bajo el abandono del régimen
El caso de Ramón Alayo Anglada, conocido como “Palmita”, vuelve a exponer la realidad de las muertes en cárceles cubanas. El recluso falleció el 19 de marzo en la prisión de Boniato, Santiago de Cuba, tras semanas pidiendo atención médica por una masa visible en el cuello. A pesar de sus súplicas, nunca fue atendido por las autoridades del penal.
Fue trasladado al hospital Ambrosio Grillo en El Cobre el 17 de marzo, pero ya era demasiado tarde. Su muerte ha sido denunciada por la organización Cubalex, que confirmó que este no es un caso aislado. Las muertes en cárceles cubanas son una constante en 2025, con al menos nueve fallecimientos registrados solo en la prisión de Boniato.
Cubalex ha documentado condiciones alarmantes en esta prisión: hacinamiento, desnutrición extrema, insalubridad y una sistemática falta de atención médica. En marzo también fallecieron Giovanis Ferrer Verdecia e Israel Cabrera, ambos en “condiciones inhumanas”. A inicios de febrero, murieron Giovanis Ortega e Irai Nieto, en el “piso de los bajo peso”, donde los presos sobreviven en estado de hambre y abandono total.
Osbety Girón, del destacamento No. 13, murió por tuberculosis luego de días sin tratamiento adecuado. Solo tras su muerte, se puso el área en cuarentena.
Estas muertes en cárceles cubanas reflejan el colapso total de un sistema penitenciario que funciona más como centro de castigo que como institución legal. El Estado cubano es directamente responsable de estos decesos, al no garantizar la vida ni los derechos de quienes mantiene bajo su custodia.
Cubalex insiste: la muerte de un preso no es un accidente, sino una violación grave de los derechos humanos. En lugar de investigarlas, el régimen opta por el silencio, mientras las cárceles se convierten en cementerios del abandono.