En plena crisis económica y con los servicios públicos colapsando, el primer ministro del régimen cubano, Manuel Marrero, reapareció con un viejo discurso: fortalecer el autocontrol estatal para enfrentar el aumento de delitos en las entidades gubernamentales.
Durante una reciente reunión del Consejo de Ministros, Marrero pidió “elevar la exigencia de los cuadros” y reforzar la “cultura de autocontrol” en las instituciones del Estado. El problema, sin embargo, no es la falta de control, sino el sistema mismo.
7,700 delitos en 2024: un retrato del caos institucional
Las cifras oficiales revelan que en 2024 se detectaron más de 7,700 infracciones en entidades del sector empresarial y presupuestado. De ese total, el 56% estuvo relacionado con fallos internos: desorganización, falta de dirección, ausencia de supervisión. Es decir, el Estado está fallando desde dentro.
Se reconoció además que muchas de estas ilegalidades surgen por la complicidad interna, donde trabajadores y funcionarios se benefician de las propias debilidades del sistema. Mientras tanto, el régimen sigue culpando a los de abajo sin asumir responsabilidad por décadas de mal gobierno.
Fallas estructurales, vigilancia ineficiente y Guardia Obrera inútil
Las evaluaciones del sistema de seguridad estatal revelaron múltiples fallas: inobservancia de normas básicas, colapso del control interno y fallos graves en la Guardia Obrera. Todo ello en un país donde los recursos son cada vez más escasos y vulnerables.
A pesar de estas evidencias, Marrero volvió a pedir “planes de protección a la altura de los tiempos”, como si los mismos cuadros que permiten el robo fueran capaces de detenerlo solo con más reuniones y palabras vacías.
El robo de combustible, cada vez más fuera de control
Uno de los temas más graves abordados fue el aumento del robo de combustible en servicentros de Cimex y puntos de venta de gas licuado de Cupet. La venta ilegal de estos recursos, tan necesarios para la población, se ha convertido en un negocio lucrativo, muchas veces tolerado por quienes deberían prevenirlo.
Marrero admitió que se necesita actuar “con mayor rigor y sistematicidad”, pero no se anunciaron sanciones, ni responsables, ni soluciones reales. Todo quedó, como siempre, en intenciones sin resultados.
Un sistema que culpa, pero nunca se corrige
El autocontrol estatal que promueve el régimen es solo una excusa para seguir culpando a cuadros medios y trabajadores, mientras la corrupción estructural sigue intacta. En un país donde cada vez hay menos recursos que proteger, el discurso del control se ha vuelto un gesto vacío.
Más allá de las cifras, lo que salta a la vista es un sistema que se cae a pedazos. Marrero podrá seguir exigiendo conciencia y disciplina, pero nada cambiará mientras se mantenga intacta la maquinaria que ha generado esta debacle.